Me siento afortunada de compartir mi vida con animales, tanto a nivel personal como profesional. Doy gracias cada día por tener la oportunidad de vivir, conocer, disfrutar  y seguir aprendiendo al lado de grandes compañeros de viaje, la mayoría de ellos de cuatro patas. Siempre dispuestos a darlo todo, aceptando todo aquello que se le proponga o se les anteponga por nuestras “necesidades”, ofreciendo pasar cada día de su vida (demasiado corta para muchos) a nuestro lado, y ante todo acompañándonos en este complicado/apasionante camino que llamamos vida.

En este artículo voy a centrarme en cómo encaro el duelo como profesional que trabaja con animales, puesto que es un terreno que, mucho más a menudo de lo que quisiera, me toca vivir.  Profesionales y responsables de animales muchas veces nos encontramos en el mismo cruce de caminos (puntos de encuentro que en ocasiones marcan un antes y un después) donde ambos, con las herramientas de las que disponemos, intentamos hacer todo lo que esté en nuestro alcance para el bienestar del animal, en cualquiera de los ámbitos que atañen a su calidad de vida.

Cuando dedicas tu día a día a intentar ayudar a estas almas tan puras, con tantas ganas de vivir (pase lo que pase, hayan vivido lo que hayan vivido…), no puedes evitar establecer una relación de amistad, empatía y amor por ellos. Cuando empieza una relación terapéutica, animales y responsables, en cierto modo, se convierten en “tu  familia adoptiva” durante un tiempo. Durante ese periodo, todos los que formamos parte de ese núcleo cogemos un papel importante, puesto que estamos allí (pase lo que pase) para aprender algo. Sin ninguna duda, puedo afirmar que, cuando uno vive una experiencia vital (como profesional o como responsable) cerca de un animal, entiende que tiene enfrente a un gran MAESTRO de vida en todos los sentidos, e incluso desde el otro lado siguen enseñándonos muchas cosas.

Cada vez que tienes la suerte de poder acompañar a un animal en las últimas etapas de su vida, el poder estar a su lado y observar la naturaleza con la que entienden el binomio “seguir luchando/dejarse ir” y la dignidad con la que afrontan cada situación, descubres una fuerza poderosa, contagiosa, que te atrapa y te convierte en abanderado de la digna lucha que lidian cada día. Esa misma fuerza es la que también te hace poder estar más cerca de él y te ayuda a aceptar mejor el momento en el que ellos deciden no continuar. Sin perder ni un ápice de brillo en sus miradas, es fácil leer en ellos: “no te preocupes, todo irá bien, está todo bien, es el camino correcto”.

Es tan difícil decir adiós y dejar ir, despedirse de aquella alma con la que has tenido el privilegio de compartir un trozo del camino, y por la que has intentado dar cada pedacito de ti para que salga adelante, que el primer golpe siempre es muy duro cuando deciden no seguir luchando. Pero después viene ESO tan especial que consigue llenarte de aire los pulmones, aquello que te recuerda por qué haces lo que haces y desde qué lugar lo haces… esos momentos compartidos de calidad, el ver cómo volvías a recuperar la ilusión o volvías a sentirte autónomo, el verte correr, saltar, comer y oler,  el contagiarnos tus ganas de vivir la vida SIEMPRE al 100%, a pesar del dolor, las molestias, los impedimentos…  ESO es lo que hace que todo esto valga la pena. Ésta es mi forma de entender la profesión y la vida en general. Si vibro con ello es porque lo siento, y así quiero que sea.

Así que simplemente, GRACIAS, gracias a todos aquellos animales que dan sentido a la vida, que tanto bien hacen a tanta gente, y que son capaces de amar sin condiciones, agradecer con la mirada y ESTAR allí siempre. 

Por lo que si trabajas con animales y esto se te hace familiar, te animo a seguir adelante, que el dolor de la pérdida te haga mejorar como persona y profesional, que te sientas afortunado de que te hayan elegido a ti para poder acompañarles en esta lucha por la vida, y que valores la suerte que tienes por estar rodeado cada día de tu vida por tanta VIDA.

Aprovecho para dar las gracias a mis maestros particulares, aquellos que me han hecho reír, llorar, preguntarme el porqué, ayudarme a ayudar a otros, GRACIAS Golden, Snowy, Lur,  Perla, Noa, Rovelló, Monjita, Krilin, Blacky, Bollocks, Aina, Golfo, Milú, Rot, Jet, Otto, Boule, Simón, Diego, Queca, Pepa y todos los que nos han dejado para irse más allá. Algún día nos reuniremos y volveremos a reírnos.

Anna Parellada