Los aceites naturales; ¿qué efecto tienen?

Ante todo debemos tener en cuenta que las plantas aromáticas “huelen”, ya que las moléculas aromáticas que componen sus esencias son volátiles y, por ello, pueden ser inhaladas.

Dichas moléculas aromáticas, una vez en el interior de la cavidad nasal, van a entrar en contacto con los receptores específicos que se hallan en los cilios de las células receptoras que conforman la mucosa nasal. Estos receptores registran la información que reciben de los aromas y la trasmiten en forma de mensajes electroquímicos a través del nervio olfatorio hasta el bulbo olfativo y, de ahí, a diferentes estructuras del cerebro (amígdala, hipotálamo y córtex). Esto es lo que se conoce como la transducción olfativa.

Un hecho a tener en cuenta es que, como hemos visto, el olor se registra antes en el bulbo olfatorio que en el córtex. El bulbo olfatorio forma parte del sistema límbico, implicado sobre todo en la gestión de las emociones. Por tanto, podemos resumir diciendo que el sistema límbico es el centro emocional, mientras que el córtex cerebral es el centro cognitivo: razón frente a emoción. Por tanto, deduciremos que a través del olor va a aparecer antes la emoción que la cognición.

¿Cómo perciben nuestros compañeros de cuatro patas estos olores?

La información, una vez procesada por el bulbo olfatorio, va a ser proyectada hacia el hipotálamo, glándula endógena que forma parte del encéfalo y controla el sistema nervioso autónomo y el endocrino a través de la hipófisis, por lo que es innegable la evidencia de que los olores y, más concretamente, las moléculas aromáticas que los componen, son capaces por sí mismos de producir respuestas fisiológicas en el organismo, así como de estimular la liberación de neurosustancias con diversos efectos: relajantes y sedantes o, por el contrario, estimulantes y euforizantes. Neurosustanciastales como la dopamina o las endorfinas (entre otras) actúan como neurotransmisores implicados en producir sensaciones de placer y bienestar. Deducimos por todo ello, que las esencias o aceites esenciales pueden desencadenar respuestas fisiológicas y emocionales en los animales.

El cerebro es además capaz de enviar otros mensajes a diferentes zonas del organismo en las que se observarán los efectos físicos de los aceites.

Por otro lado, no podemos obviar que las partículas aromáticas inhaladas que atraviesan las fosas nasales llegarán hasta los pulmones, por lo que también pueden ser aprovechadas las propiedades terapéuticas de los aceites esenciales como balsámicas, expectorantes, mucolíticas, antitusivas y anti-infecciosas en el tratamiento de cualquier tipo de dolencia que repercuta a las vías respiratorias.

Y es que, el vasto abanico de posibilidades que se abre frente a nosotros dentro del mundo de las plantas puede llegar a ser esperanzador, al mismo tiempo que apasionante.

Post de Susana Blanco
Bióloga etóloga, fitoterapeuta y especialista en aromaterapia científica en animales, fundadora de Aromanimalia.

 

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